Leyenda del »Chinchilico» o »El Muki»
El Muqui también es parte del folklore nacional minero. Una de las regiones donde su historia tomó fuerza es la sierra central del Perú. Según relatos conocidos en estas zonas mineras, se trata de un ser misterioso que puede ayudar o perjudicar a los mineros, premiándolos con pozos ricos o castigándolos con vetas pobres y trágicos accidentes.
Ha sido visto en diversas oportunidades trabajando o caminando con sus herramientas en el interior de las minas. Se cree que la aparición de este individuo es presagio de accidentes y muertes en la mina.
Antiguamente, se decía que el Muqui merodeaba en los yacimientos subterráneos con una pequeña lámpara de carburo, vistiendo un poncho hecho de lana de vicuña. Físicamente, se lo describe como un enano de orejas puntiagudas, sin cuello, con dos cuernos y con pies desiguales que lo hacen caminar toscamente. Además, tiene una mirada muy profunda.
En la actualidad lo han descrito de una forma no tan diferente, aunque ahora aparezca con vestimenta típica de un minero, botas, casco y una linterna a pilas. Su voz es grave y ronca, la cual no concuerda con su estatura. Su nombre varía en algunas regiones; por ejemplo, en Puno lo llaman Anchancho, en Cajamarca lo conocen como Jusshi y en Arequipa es denominado Chinchilico.
La mayoría de los relatos coinciden en que es posible atraparlo y hacer pactos con él para enriquecerse. O que si a la hora de escapar se le queda alguna pertenencia, esta se convierte en oro al día siguiente. Antiguos mineros refieren que para ahuyentar al Chinchilico o Muqui, hay que azotar un cinturón o correa de pantalón contra él o aventarle un manojo de llaves, ya que este tipo de actos violentos lo espantan.